Monday, June 18, 2012

23:27

Era de noche y llovía. Como casi todas las noches que describo. Ahora me doy cuenta que siempre es de noche y llueve cuando quiero escribir. Así me salen las letras mojadas y pesadas, con olor a clishé de maldito, aunque no tenga una pizca de mal dentro mío. O sí. Tal vez soy una mierda de tipo pero ni yo me he dado cuenta todavía. No sé.

El vino sabe bien en invierno. Tal vez no llueve, pero hace frío. Debería cerrar la ventana, o prender la estufa. ¡Ay Dios!, cómo me gusta no estar haciendo lo que debería. Aunque lo que debería hacer me encanta hacerlo. Pero hay días que es de noche y está lloviendo.

Sé que sabías lo que pensaba, por eso no me dejaste decirlo. Entonces el silencio es como un grito adentro que hace de avalancha emocional. Y se me sube a la espalda como el frío este que entra por la ventana que no cierro.

El vino me hace acordar a casa, y entonces me acuerdo de las coincidencias que se nos pasan y las veces que pasé por la puerta de su casa sin saberlo. Y pienso cuántas veces se reirán de nosotros aquellos que no están.

Ya no sé si es de noche, se siente más como un atardecer sanjuanino y los rayos de sol entre los picos de las montañas y las nubes. Es olor a tierra seca. O es que no está lloviendo del otro lado de la ventana y nada más.

Porque si es de noche, porque tengo sueño. La urgencia que entra cuando te das cuenta que estás vivo. Urgencia en esta ciudad donde todos van tratando de ganarle al tiempo un segundo, sin saber para qué. Estoy podrido de saber que la gente se aburre sin saber que en realidad lo que tienen es tiempo para estar con sigo mismo. Para estar con uno que no es otro, que me gustaría que estuvieras acá.

Lo peor de todo es que está lloviendo. Y es de noche, porque tengo que dormir. Mañana será otro día. Tal vez llueva también. Tal vez no piense en vos.