la niña

Niña que tiemblas en el viento
no tomes mi mano desprevenida,
abrígate de donde puedas
y de mi toma mi sangre.

Niña dormida no llores,
no hay leche derramada,
no hay secuencias eternas,
ni una tormenta gris.

Niña que te meces
en un abrir y cerrar de ojos,
no idolatres a la lluvia ni a la luna
ni a imágenes, no a las imágenes.

mi niña, adorada,
déjate acariciar por un sol mañanero
que desde el espacio busca tu rostro.

despierta al mundo
todos te esperamos.

Un lado de la circunferencia

se encuentra solitario.

En mis dedos, un fuego calcáreo
que penetra en tu bello
hacia el amanecer del olvido.

No busco ni tu sangre ni tu sexo,
solo tu boca ardiente
que refleja sinfonías.

Te encuentro / te escondes,
bajo el color de las noches,
callas y te hieres. Mueres un poco.

A la hora del mar
te asomas como espuma
ante la brecha del recuerdo.
Y permaneces en mí
como el dolor de aquel fuego.

vaciando

la extraña certeza de estar vivo
la noche futil y su venganza
los vasos extasiados
la malancolía de la distancia
los aromas de cada rincón del alma
las sonrisas inútiles o por compromiso
el tiempo hechado a perder
los amores desvinculados de realidad
las palabras

los dientes descalzos

de una sonrisa disconforme
emerge de impenetrables condiciones

la siesta mezclada con lágrimas
y la fluidez de inoperables delicias

sentate a contemplar
como mis oportunidades juegan con mi suerte.