se encuentra solitario.
En mis dedos, un fuego calcáreo
que penetra en tu bello
hacia el amanecer del olvido.
No busco ni tu sangre ni tu sexo,
solo tu boca ardiente
que refleja sinfonías.
Te encuentro / te escondes,
bajo el color de las noches,
callas y te hieres. Mueres un poco.
A la hora del mar
te asomas como espuma
ante la brecha del recuerdo.
Y permaneces en mí
como el dolor de aquel fuego.
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